Felipe Cárdenas-Támara*
La ola invernal nuevamente tiene al país pensando, sufriendo y lamentándose. Ojalá esos pensamientos se traduzcan en acciones efectivas y duraderas en relación con las actividades que como sociedad queremos implementar en el territorio. Hace seis meses sucedió lo mismo y son pocas las soluciones estructurales implementadas. Las inundaciones en la cuenca del río Magdalena y del Cauca vienen sucediéndose hace más de un siglo, y todos los años la película se repite, con mayores niveles de miseria y desolación. El título de la imagen: Y el Estado no hizo nada. No se puede desconocer que ha habido recientes acciones gubernamentales dirigidas a calibrar el diseño institucional para el manejo de la contingencia ambiental. En lo institucional, han dado algunos frutos: creación del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible, fusión de Corporaciones y eliminación de otras, pero los ajustes en tanto impactos positivos en el territorio, son lentos y se verán en muchos años. Por lo pronto, el país tendrá que seguir enfrentado las secuelas y los efectos de un modelo de desarrollo que por su naturaleza depredadora nos tiene viviendo la situación actual. La ola invernal y la situación de calamidad que viven millones de colombianos, es el resultado de la improvisación y de la falta de visión prospectiva de orden ambiental. Desde luego, que el cambio climático mundial tiene que ver en el asunto, pero no podemos dejar de lado que, los impactos antrópicos de orden regional y local (deforestación, usos del suelo inadecuados, desorden urbano, modelos extractivos mineros saqueadores) expresan también nuestro aporte social al desorden mundial Y TIPIFICAN LA MENTALIDAD DOMINANTE, CENTRADA EN UN ANTROPOCENTRISMO RADICAL. En suma, somos una sociedad anti-ambientalista, que viene destruyendo los soportes ecológicos del territorio y que no tiene la capacidad política, económica y técnica para responder de manera eficiente y organizada a las contingencias ambientales mundiales, regionales y locales. Lo ambiental en Colombia, al igual que los temas de la responsabilidad social empresarial o familiar, no pasa de ser un cliché propagandístico que se pega a los brochures institucionales de los principales entes institucionales privados o estatales encargados de conducir el saqueo y destrucción del territorio, en procesos que posteriormente se miden a la luz del PIB. Es hora ya, de que todos los colombianos, los gobernantes, los partidos políticos y la institucionalidad estatal, entendamos el ambiente como un asunto de seguridad nacional que involucra temas centrales al desarrollo de la noción de Estado Social de Derecho: asentamientos humanos, crecimiento poblacional, seguridad alimentaria, planificación de cuencas y microcuencas, política de conservación y manejo de bosques, crecimiento urbano, conflictos territoriales, desarrollo rural…El capitalismo salvaje nos ha llevado como sociedad a vivir la anarquía de la lógica del capital, para la cual la única racionalidad es la del dinero y la posesión material por encima de otras lógicas de vida. En definitiva, lo ambiental como política de seguridad nacional, es uno de los componentes nodales del progreso político de la nación. Es un tema ineludible, que no puede dejarse en manos de aficionados, funcionarios corruptos o políticos y gobernantes analfabetas que pueden terminar jugando a la ola de lo verde por simple moda o criterio utilitarista. La anarquía ambiental que vive Colombia, y que es aprovechada por actores y sujetos políticos para su propio enriquecimiento, nos coloca en el camino de la violencia y del colapso del Estado; condición que desde hace años es aprovechada por fuerzas paramilitares y para-estatales para implantar por la vía de la violencia, órdenes que “organizan” desde el crimen y el saqueo nuestro país. El colapso ambiental que vive Colombia, es la condición emergente de la débil institucionalidad ambiental, política y económica que se ha construido como sociedad. Sus efectos, sino se interviene con inteligencia y con claras políticas ambientales, que vayan más allá de los postulados políticos y doctrinales de los partidos políticos tradicionales, será mayor degradación, aumento del crimen, la violencia y la desintegración social en muchos lugares del país. Bienvenidos al caos, al saqueo, la anarquía y la violencia. Expresiones claras de la mentalidad de la sociedad del código minero, del TLC, del neoliberalismo y del discurso político dominante, que postula una ontología del antropocentrismo profundo, que ya ha sido superada en todos los discursos científicos de vanguardia.