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Padre Francisco de Roux analizó la reciente firma del acuerdo de justicia transicional con Farc

30 Sep

Comentario:

Felipe Cárdenas

El Padre Pacho me parece que cae en las contradicciones que plantea el mencionado acuerdo. Indefinición real de lo que se entiende por crímenes de guerra y atroces y empobrecimiento semántico del concepto de atrocidad. Un mensaje bonito pero ingenuo, pues en la lógica humana, y lo único que cura esa lógica-es el mensaje del evangelio, siempre existe la lógica de la retaliación, lo que los curas antes explicaban y lo hacían muy bien, a la luz del concepto de naturaleza caída; creo que eso es lo que pasará en Colombia, con las penas que se piensan aplicar desde la justicia transicional, 5- a 8 años de «privación de la libertad», generará y disparará el fenómeno de la retaliación. Para prevenirlo tendríamos que realizar toda una suerte de programas educativos y pedagógicos que tocaran el corazón de los colombianos. Pero bajo las condiciones de corrupción que se viven en la actualidad, con una Iglesia, que parece más una ONG, hoy sin dispositivos rituales sagrados, ese camino soteriológico es difícil e incierto. Hablando con varias víctimas, les he escuchado que esas penas no se corresponden con la proporcionalidad del acto de justicia que debe estar en el centro de la restauración, que parece que hemos entendido como simplemente material. Todos queremos la paz, pero no es una paz a cualquier costo, pues el homúnculo que se termine construyendo, puede seguir azotando los territorios del país. Lo demostró el proceso de Justicia y paz que se realizó con los paramilitares y que hoy se expresa en las llamadas Bacrim, o ren-cauche del paramilitarismo en Colombia. Cómo se llegó a la determinación de que son 5 a 8 años con los que se castigaría el delito atroz? Qué dice el derecho internacional sobre la materia? Creo que si un guerrillero o un militar violaron, destriparon y asesinaron a niños pequeños enfrente de sus casas, lo lógico es que las penas tengan que ser proporcionales al delito, incluso asumiendo criterios de reducción de las penas en aras de la paz. Ahora, yo recomendaría una amnistía general para todos los presos de Colombia y la reducción de las penas máximas ya otorgadas a las mismas penas. Es decir, ya que ahora se cita tanto al papa Francisco, que el gobierno de Santos declare, de lograrse la paz con las Farc, un año jubilar y de perdón para todos los colombianos. Eso se traduce en la reducción de las penas de 5 a 8 años para todos los delitos graves. Esa sí sería una justicia magnánima. El Padre Francisco no debe olvidar que la raíz de la violencia en Colombia, refiere causas civilizatorias. Tiene que ver con una cultura fundada en el materialismo más feroz, del que no se escapa ni el socialismo, ni el capitalismo, y que ha engendrado y confundido tanto a curas de seminario como a revolucionarios de universidad. No son los territorios, ni el pueblo, el principio causal principal de la violencia. El problema es que nos hemos acostumbrado a violar permanentemente la verdad y los principios, que finalmente en su esencia más profunda no pueden ser entendidos ni con la antropología ni la sociología. La vida en Colombia no vale nada, precisamente porque hemos olvidado los principios; hoy ni siquiera la Iglesia los enseña. La bergoglina jesuítica no es suficiente para superar los males de dogmas e instituciones radicalmente antropocéntricas, militantemente anti-cristianas y extremadamente utilitarias. Me da pena decirlo pero que confusión tan fundamental -(san Ignacio habría dicho: olvidamos el principio fundamento) a la que nos ha llevado tanta violencia, como expresión de las voces violentas que están en el poder. Recomiendo el siguiente artículo que da cuenta de algunos elementos de la ideología corrompida que está detrás de ciertos ambientes pontificios y jesuíticos. Más sobre el tema en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/16/felipecardenas.pdf