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Éxodo:manifiesto político para la preservación de la persona humana, la naturaleza y el cosmos

15 Ene

Presentación del libro Éxodo. Manifiesto político para la preservación de la persona humana, la naturaleza y el cosmos. (2012-2019), escrito por el profesor Felipe Cárdenas Támara Ph.D. Los siguientes aforismos o apotegmas buscan clarificar una política de la vida, de la promoción de la persona humana, de defensa de la naturaleza y de la restauración del cosmos sagrado. Quien escribe es profesor universitario, fue candidato Vicepresidencial de Colombia para el periodo 2006-2010 por el Movimiento Ambientalistas por Colombia y Restauración Democrática. En el sentido electoral de la política, esa ha sido su única participación en el engranaje de la política colombiana marcada por los faccionalismos, la corrupción, la ineficacia y violencia del Estado y la perversión del ethos ético de la mayoría de los partidos políticos colombianos, casi todos contaminados de lo peor de la modernidad occidental. Las breves sentencias y argumentos que siguen expresan la voz de quienes no tienen voz en la política occidental, dominada por los criterios de lo políticamente correcto y del marketing político, famélico de ideas y de propuestas de cambio y de respeto de la dignidad trascendente del ser humano. Los textos se inspiran en el libro bíblico del Éxodo, y en el fondo el título expresa la realidad del sentido de la huida sagrada que los ciudadanos del siglo XXI tienen que emprender para liberarse y emanciparse del yugo que nos esclaviza. La huida es más dramática hoy que en aquellos tiempos bíblicos, puesto que el enemigo puede estar al interior de nosotros mismos. Ya no sólo vivimos en una sociedad disciplinaria, como señalaba Michel Foucault. Vivimos tiempos marcados por la decadencia del ser y la esclavitud del hombre a los ídolos del mercado.

Version Kindle: https://cutt.ly/DrcakiR

Versión impresa: https://cutt.ly/ercak65

Éxodo: manifesto político

21 Nov

Cárdenas, Felipe. 2019. ÉXODO: Manifiesto político para la preservación de la persona … https://www.amazon.com/dp/1704073359/ref=cm_sw_r_wa_awdb_t1_tIN1Db8GBGF2G manifiesto político

PARA COMPRENDER A COLOMBIA. Una lectura crítica del acontecer político de los últimos años, Escrito de Felipe Cárdenas.Recomiendo la versión impresa

Disponible en Amazon: https://n9.cl/9pz2

Los siguientes aforismos o apotegmas buscan clarificar una política de la vida, de la promoción de la persona humana, de defensa de la naturaleza y de la restauración del cosmos sagrado. Quien escribe es profesor universitario, fue candidato Vicepresidencial de Colombia para el periodo 2006-2010 por el Movimiento Ambientalistas por Colombia y Restauración Democrática. En el sentido electoral de la política, esa ha sido su única participación en el engranaje de la política colombiana marcada por los faccionalismos, la corrupción, la ineficacia y violencia del Estado y la perversión del ethos ético de la mayoría de los partidos políticos colombianos, casi todos contaminados de lo peor de la modernidad occidental. Las breves sentencias y argumentos que siguen expresan la voz de quienes no tienen voz en la política occidental, dominada por los criterios de lo políticamente correcto y del marketing político, famélico de ideas y de propuestas de cambio y de respeto de la dignidad trascendente del ser humano. Los textos se inspiran en el libro bíblico del Éxodo, y en el fondo el título expresa la realidad del sentido de la huida sagrada que los ciudadanos del siglo XXI tienen que emprender para liberarse y emanciparse del yugo que nos esclaviza. La huida es más dramática hoy que en aquellos tiempos bíblicos, puesto que el enemigo puede estar al interior de nosotros mismos. Ya no sólo vivimos en una sociedad disciplinaria, como señalaba Michel Foucault. Vivimos tiempos marcados por la decadencia del ser y la esclavitud del hombre a los ídolos del mercado.

 

Por qué voto no

26 Sep

Visto en Razón Pública

por: José Gregorio Hernández

No escribo estas líneas desde una posición partidista. Lo hago desde la academia, con criterio objetivo, en paz y libertad, sobre la base de los razonamientos, no del insulto, ni de la descalificación. Tampoco escribo a partir del miedo, la venganza o el rencor, porque ninguno de esos sentimientos es compatible con la búsqueda de la paz.   

Tampoco busco conmover, ni despertar emociones, porque en mi criterio el voto no debe (y no puede) ser emocional, ni ser inducido a la manera de los reflejos condicionados pues con esto estaríamos tratando al ciudadano como se trata de amaestrar los animales. Por eso pienso que es una falta de respeto a la inteligencia del votante el invitarlo al Sí como un apoyo simple al sueño de la paz.  

El voto en el plebiscito no debe provenir de las pasiones sino de valorar las opciones planteadas, que deben ser medidas y sopesadas. El voto debe ser consciente. No debe emanar de la fe sino de la razón. Para ello es indispensable la plena información sobre aquello por lo cual se vota. Hay que hacerlo así para evitar el arrepentimiento inútil y extemporáneo, como el de muchos ciudadanos ingleses cuando se dieron cuenta de los efectos reales del Sí mayoritario en favor de la salida de su país de la Unión Europea.

Como en el caso de los enfermos que van a ser intervenidos, el médico debe hacer conocer de manera completa y clara los efectos de la operación y sus riesgos. De allí en adelante, lo que prima es la voluntad del paciente, en uno u otro sentido, y su decisión refleja su consentimiento informado.

El voto debe ser consciente. No debe emanar de la fe sino de la razón.

La diferencia radica en que en la “intervención quirúrgica” que se hará en Colombia para que el pueblo (o más exactamente el 13 por ciento del censo electoral) decida a favor o en contra del Acuerdo Final de Paz está en juego el porvenir del país en muchos aspectos sociales, económicos, jurídicos y políticos, así como la estabilidad institucional y el futuro de varias generaciones.

El plebiscito es un mecanismo de participación ciudadana que, si bien no era necesario para dialogar con grupos armados, ya fue convocado. Ahora todos tenemos el derecho de votar, sea cualquiera el sentido del voto. Si estamos en una democracia participativa, ello debe hacerse en libertad, con serenidad, sin presiones, sin guerra sucia, sin descalificaciones, y respetando los criterios de los demás sobre la base de que nuestra opinión se respeta. Hay que votar de manera civilizada, Sí o No, pero con respeto y con seriedad.

Los ciudadanos colombianos ya han sido y están siendo bombardeados por la propaganda que pretende hacerlos reaccionar por reflejo y votar al impulso de las emociones. Sin embargo, quiero reiterar aquí algunos puntos del Acuerdo que, desde la perspectiva jurídica, he venido cuestionando desde hace un tiempo.

No

Procesos a favor de la paz.
Procesos a favor de la paz. 
Foto: Facebook Juan Manuel Santos

Ante todo quiero subrayar que no confundo, ni quisiera que mis compatriotas confundieran, la paz (como valor supremo, derecho fundamental y deber ciudadano) con el Acuerdo Final pactado entre los delegados del gobierno colombiano y los de la guerrilla de las FARC. Una cosa es el farragoso y mal redactado texto de 297 páginas que nos han puesto a votar, y otra muy distinta la paz, que debe ser el objetivo prioritario de los colombianos.

He dicho que no me opongo a los diálogos de paz. Por el contrario, he sido un amigo permanente de la concordia mediante el diálogo con miras a una solución política, en vez de la confrontación armada, que no ha dejado sino sangre, muertos, llanto y destrucción. Acompañé desde el principio la iniciativa del presidente Santos de procurar por la vía pacífica el cese al fuego bilateral y definitivo, y la terminación del doloroso y fratricida conflicto promovido y adelantado por las FARC contra el Estado colombiano. Nadie intelectualmente honesto me puede señalar como enemigo de la paz, porque no lo soy. Quienes tengan alguna duda pueden examinar las varias sentencias proferidas por la Corte Constitucional con mi firma o ponencia, así como mis libros, artículos y columnas (radiales y escritas) en torno de este asunto.

Sin embargo, después del trámite y aprobación del Acto Legislativo 1 de 2016 (Acto Legislativo para la Paz), que a mi juicio no respetó las prescripciones constitucionales, he formulado observaciones sobre los vicios formales y los riesgos institucionales de esta iniciativa.

Hoy, ante la pregunta formulada por el gobierno en el plebiscito del 2 de octubre no puedo optar por el Sí porque debo conservar mi coherencia y, sobre todo, la fidelidad a mis convicciones jurídicas.

A algunos ha extrañado que quien esto escribe se incline por el No. Esta es mi decisión personal, adoptada en ejercicio de un derecho fundamental e inalienable, para el cual no requiero permiso de nadie. Adopto esta decisión en uso de mi libertad, la misma libertad que reclamo y respeto para quienes van a votar por el Sí.

Las razones

Procesos en contra del plebiscito.
Procesos en contra del plebiscito. 
Foto: Facebook Álvaro Uribe Vélez

He dado a conocer mi opinión, aclarando que no he sido ni seré vocero ni representante de movimiento o partido político alguno. Pero coincido con lo dicho y escrito en los últimos días por importantes dirigentes de distintas tendencias, en especial con lo expuesto por varios juristas sobre la validez de la respuesta negativa frente al interrogante presidencial.

Para empezar, hay que definir bien el objeto del plebiscito. Se está preguntando por el apoyo o rechazo al Acuerdo Final. No se está consultando a los colombianos si queremos que las FARC entreguen las armas y se vinculen a las instituciones. Tampoco se está preguntando si queremos que cesen en sus acciones terroristas e ingresen a la política.

La pregunta de fondo no es sobre una política o decisión del gobierno, sino sobre un documento específico que entrará en vigor el 3 de octubre y será considerado Acuerdo Especial, en los términos del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949, lo que hará que ingrese automáticamente y como un todo al bloque de constitucionalidad.

Esto significa que no se votará para escoger entre la paz y la guerra, aunque así lo ha mostrado la publicidad oficial, la cual contraría a la Corte Constitucional, cuya Sentencia C-379 de 2016 exigió que el votante no fuera confundido con estas referencias. Se vota a favor o en contra de un documento construido por el gobierno y las FARC, que, además, no involucra a otras organizaciones como el ELN o las Bacrim.

Creo que habrá impunidad para los delitos cometidos contra la humanidad.

Si uno es honesto y coherente, no puede aprobar mediante el sufragio un documento con el cual no se identifica, o sobre el cual tiene serias reservas. Y yo tengo muchas reservas sobre lo previsto en el Acuerdo Final. Por ejemplo:

  • Según el Acto Legislativo mencionado, el Congreso deberá convertir en reformas constitucionales y en leyes lo pactado, sin poder discutir ni modificar lo que presente el gobierno. Como si fuera poco, el presidente de la República gozará de facultades extraordinarias que él mismo se puede prorrogar.
  • Los votantes van a apoyar o a rechazar emocionalmente un documento cuyos contenidos y verdaderos alcances ignoran, inducidos por una propaganda engañosa.
  • En materia de justicia, discrepo del Acuerdo por razones similares a las expuestas públicamente por el vicepresidente de la República: el Acuerdo implica que puedan revivirse procesos ya fallados, desconociendo la cosa juzgada y el principio non bis in ídem (“no dos veces por lo mismo”).
  • El Acto Legislativo 1 de 2016 se tramitó inconstitucionalmente. El artículo 375 de la Constitución dice que en el segundo período de sesiones para aprobar un acto legislativo “solo podrán debatirse iniciativas presentadas en el primero”. Pero en este caso fueron introducidos temas de fondo en los debates de la segunda vuelta (inclusive en el séptimo y el octavo debates).
  • No comparto la adopción del Acuerdo Final como Acuerdo Especial de Derecho Internacional Humanitario, al amparo del artículo 3 común de los Convenios de Ginebra, ni su incorporación al bloque de constitucionalidad. Considero que los acuerdos con las FARC no encajan en el supuesto de la norma internacional, que se refiere a conflictos en curso, no a los terminados, como se supone que ocurriría en este caso.
  • Creo que no se ajusta al derecho, ni a la realidad, llevar el narcotráfico a la categoría de delito conexo con el delito político.
  • No acepto que el sistema de Justicia Especial de Paz incluya jueces extranjeros o designados por una ONG internacional, o por Naciones Unidas. Ese es un asunto de la soberanía del Estado colombiano, que no podemos confiar a foráneos, por destacados que sean, ajenos a nuestra realidad y a nuestro ordenamiento legal.
  • No comparto la concesión de facultades extraordinarias al presidente, imprecisas y autoprorrogables, pues con ello se rompe una larga tradición jurídica y democrática, resguardada por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Constitucional.
  • En el Acuerdo hay demasiados compromisos y obligaciones que asume el Estado colombiano, sin una razonable reciprocidad por parte de la guerrilla.
  • No están claras en el texto las reglas sobre penas. El lenguaje es melifluo y engañoso, y creo que habrá impunidad para los delitos cometidos contra la humanidad.

Ver «[Ventana de Overton] MK-Ultra ¿Cómo funciona? 15» en YouTube

16 Ago

Educación moderna

11 Dic

Padre Francisco de Roux analizó la reciente firma del acuerdo de justicia transicional con Farc

30 Sep

Comentario:

Felipe Cárdenas

El Padre Pacho me parece que cae en las contradicciones que plantea el mencionado acuerdo. Indefinición real de lo que se entiende por crímenes de guerra y atroces y empobrecimiento semántico del concepto de atrocidad. Un mensaje bonito pero ingenuo, pues en la lógica humana, y lo único que cura esa lógica-es el mensaje del evangelio, siempre existe la lógica de la retaliación, lo que los curas antes explicaban y lo hacían muy bien, a la luz del concepto de naturaleza caída; creo que eso es lo que pasará en Colombia, con las penas que se piensan aplicar desde la justicia transicional, 5- a 8 años de «privación de la libertad», generará y disparará el fenómeno de la retaliación. Para prevenirlo tendríamos que realizar toda una suerte de programas educativos y pedagógicos que tocaran el corazón de los colombianos. Pero bajo las condiciones de corrupción que se viven en la actualidad, con una Iglesia, que parece más una ONG, hoy sin dispositivos rituales sagrados, ese camino soteriológico es difícil e incierto. Hablando con varias víctimas, les he escuchado que esas penas no se corresponden con la proporcionalidad del acto de justicia que debe estar en el centro de la restauración, que parece que hemos entendido como simplemente material. Todos queremos la paz, pero no es una paz a cualquier costo, pues el homúnculo que se termine construyendo, puede seguir azotando los territorios del país. Lo demostró el proceso de Justicia y paz que se realizó con los paramilitares y que hoy se expresa en las llamadas Bacrim, o ren-cauche del paramilitarismo en Colombia. Cómo se llegó a la determinación de que son 5 a 8 años con los que se castigaría el delito atroz? Qué dice el derecho internacional sobre la materia? Creo que si un guerrillero o un militar violaron, destriparon y asesinaron a niños pequeños enfrente de sus casas, lo lógico es que las penas tengan que ser proporcionales al delito, incluso asumiendo criterios de reducción de las penas en aras de la paz. Ahora, yo recomendaría una amnistía general para todos los presos de Colombia y la reducción de las penas máximas ya otorgadas a las mismas penas. Es decir, ya que ahora se cita tanto al papa Francisco, que el gobierno de Santos declare, de lograrse la paz con las Farc, un año jubilar y de perdón para todos los colombianos. Eso se traduce en la reducción de las penas de 5 a 8 años para todos los delitos graves. Esa sí sería una justicia magnánima. El Padre Francisco no debe olvidar que la raíz de la violencia en Colombia, refiere causas civilizatorias. Tiene que ver con una cultura fundada en el materialismo más feroz, del que no se escapa ni el socialismo, ni el capitalismo, y que ha engendrado y confundido tanto a curas de seminario como a revolucionarios de universidad. No son los territorios, ni el pueblo, el principio causal principal de la violencia. El problema es que nos hemos acostumbrado a violar permanentemente la verdad y los principios, que finalmente en su esencia más profunda no pueden ser entendidos ni con la antropología ni la sociología. La vida en Colombia no vale nada, precisamente porque hemos olvidado los principios; hoy ni siquiera la Iglesia los enseña. La bergoglina jesuítica no es suficiente para superar los males de dogmas e instituciones radicalmente antropocéntricas, militantemente anti-cristianas y extremadamente utilitarias. Me da pena decirlo pero que confusión tan fundamental -(san Ignacio habría dicho: olvidamos el principio fundamento) a la que nos ha llevado tanta violencia, como expresión de las voces violentas que están en el poder. Recomiendo el siguiente artículo que da cuenta de algunos elementos de la ideología corrompida que está detrás de ciertos ambientes pontificios y jesuíticos. Más sobre el tema en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/16/felipecardenas.pdf