Todo es sagrado
Felipe Cárdenas-Támara
Esta semana tuve la oportunidad de dar una conferencia por invitación la Sociedad Colombiana de Etnobiología en la Universidad Javeriana. Volví como el hijo prodigo a los suelos ignacianos, tan cultivados por los que trabajamos durante años por el fomento de la espiritualidad ignaciana en dicha universidad. La invitación me dio la oportunidad de volver a retomar y trabajar algunas ideas sobre el tema del manejo ambiental de los kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta. Hace muchos años, más de 20, he venido reflexionando sobre sus sistemas de adivinación y como estos sistemas configuran la Sierra Nevada, una de las montañas sagradas del mundo. Sucede que durante muchos años, he sido uno de los que ha venido repitiendo eso permanentemente: La Sierra Nevada es una montaña sagrada. En su momento, ese enunciado fue una de las bases del manejo ambiental de la Sierra Nevada de Santa Marta en la propuesta que le hiciera a la Fundación Pro-Sierra y al desaparecido Inderena. Estamos hablando de hace más de 20 años. Ahora, creo que me equivoque y fue precisamente gracias a la invitación de ALVARO SEPULVEDA, un querido ecólogo javeriano, que caí en cuenta de algo: No es que la Sierra Nevada de Santa Marta sea sagrada, toda Colombia es sagrada. El lugar donde estoy en este momento es sagrado. Ese criterio es importante, pues de otra manera, al sacralizar unos sitios sobre otros nos hacemos cómplices con los valores de la cultura extractiva dominante que sin los límites de la sacralidad o de la presencia de Parques Naturales Nacionales o Reservas legales, puede pasar ha entender que hay sitios que si están abiertos para el despojo, puesto que no son sagrados, ni tienen especies endémicas, ni relictos de bosques, o zonas no intervenidas, ect. No, ¡todo el planeta es sagrado! Simplemente la sacralidad depende de nuestro sentido perceptivo y del valor, como de los significados que le otorguemos a la realidad. Captar lo sagrado es dialogar con la estructura física y metafísica de la realidad. Entonces no es sólo que las tierras altas o los páramos sean sagrados. Toda tierra, toda la Tierra, todo el territorio es sagrado y deberíamos hacer algo para cuidarlo del apetito devorador que marca el sello temperamental de la cultura de ocupación dominante y saqueo de nuestros tiempos. En el marco de los valores y significados vigentes, la triste realidad, es que la consigna es el despojo y el saqueo, mimetizados bajo palabras como las de desarrollo sostenible, responsabilidad social empresarial, plan de desarrollo, planes de ordenamiento…Todo debería de ser sagrado, pero no lo es en la cultura del despojo mercantil.
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