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El sinsentido de la violencia: sobre el paro en Colombia

10 May

Contra todas las violencias, y principalmente contra los abusos del poder.

El sinsentido de la violencia

Inadmisible toda forma de violencia, particularmente la de la Policía, como la de algunos marchantes, pero también condeno la violencia de los comuneros indígenas (Del Cric)  con personas, agresión e irrupción a barrios y destrucción del patrimonio cultural e histórico de nuestra nación. La nación colombiana es pluricultural, y de doble vía, es decir, el indigenismo a ultranza, también tiene que reconocer que existen múltiples campos perceptivos, como otros colectivos sociales y culturales, configuradores de la sociedad en su conjunto que tienen que ser respetados. Colombia, como nación es nuestro bien común, nos debe pertenecer a todos. Es riesgoso el tribalismo, los ghettos, los clanes que quieren imponer su lectura de la historia y la realidad de manera unidireccional.

Lo grave de lo que vivimos en estos días, particularmente entre quienes tienen poder político y social, es que el diálogo sea un monólogo de narcisos, en vociferaciones autoreferentes y sin fundamento político de orden constitucional que no dialogan. El abuso del poder del Estado en su violación de los derechos humanos debe ser condenado, como el abuso de unos colectivos indígenas, o del abuso de algunos (la minoría) quienes protestan, que desde luego tienen sus derechos y su necesidad de ser reconocidos, pero sus acciones también tienen sus límites.  Y desde luego todo el peso de la Ley contra los vándalos y la delincuencia común. Pero en el fondo no olvidar, que por justas que sean las reivindicaciones, ni marchantes, ni indígenas son los representantes del pueblo, de todo el pueblo y de la diversa sociedad colombiana, ni de otros colectivos sociales que también hoy tienen huella histórica en la nación colombiana: campesinos, negros, empresarios, artesanos, profesionales, obreros, grupos artísticos, ciudadanos del común, etc. 

La clave es no dejarnos engañar por fuerzas sociales cuyas agendas terminan legitimando la violencia, y las oscuras y violentas agendas de la extrema derecha y la extrema izquierda. La tesis para superar el caos, la violencia irracional y los abusos del poder, con más sólida fundamentación teórica, con errores desde luego, se llama la Constitución Política de Colombia; ella tiene que ser la carta de navegación. Las clausuras, político – militantes de un indigenismo con cuerpos cuasi policiales, que imponen el orden indígena en ciudades urbanas de raíz mestiza, tienen que analizarse bien y críticamente. Una primera mirada de benevolencia exótica y carnavalesca se entiende a la luz de la ingenuidad del ciudadano de la calle, pero no deja de ser preocupante, que la guardia indígena, termine suplantando la autoridad de la policía y de los cuerpos constitucionales del Estado, y ejerciendo también el monopolio de la violencia, cuya legitimidad legal y constitucional no tienen, y recordando además que es la guardia del Consejo Regional del Cauca, no de todos los indígenas de Colombia y mucho menos de los colombianos.

Yo no tengo todo el contexto, ni puedo pretender solucionar y comprender toda la raíz del mal que carcome a la sociedad colombiano, y una de cuyas fuentes es el dinero asesino de las mafias narco-paramilitares de Colombia y sus diversos brazos armados, y cuyos reflejos han permeado toda la institucionalidad de la sociedad colombiana, incluida la del buen salvaje de Rousseau, salvaje o imaginario que sólo existió en la mente de ese pensador francés.  Creo que también se hace importante destacar la salud del cuerpo social colombiano: miles de hombre y mujeres, la gran mayoría de los colombianos, que trabajan con fervor y honestidad por sus familias e hijos. Gente recursiva y que tiene que ser protegida por un Estado, que en su relación con el ciudadano, hay que reconocerlo, es generalmente de carácter violento. Pero la violencia del Estado y su corrupción no puede ser el modelo.

Ahora, puede que no me guste del todo el proceder de Duque, más bien me gusta poco, reconociendo que por lo que veo, es un gran trabajador, seamos sinceros en darle al Cesar lo que es del Cesar, pero ese Señor, hablo de Duque, es el representante del Estado constitucional, es decir, el principal actor político del ordenamiento democrático colombiano. El juego político, válido de la oposición y de los movimientos y partidos contra su gobierno, también tiene unos límites, y se refiere a una lectura cargada de manera negativa de todo lo que haga o venga del gobierno.  Así en el discurso de la oposición los términos son <<Gobierno burgués, capitalista, clerical, racista, opresor, corrupto…patriarcal >> Y me pregunto: ¿dónde queda la mirada autocritica de los indígenas?  Cómo de quienes están protestando, desde luego que con justa causa. Cómo he trabajado con resguardos e indígenas los conozco desde adentro, particularmente a sus autoridades de poder, que en muchos casos no representan a toda la comunidad indígena: terratenientes indígenas, corrupción con los recursos del Estado, violencia de género hacia la mujer…absoluta dependencia por la vía de las regalías de los recursos del Estado, mal uso de esas regalías. Una élite indígena que reproduce prácticas de explotación laboral pre-capitalistas en sus territorios (aparcería), abierta negación de la diferencia cultural en voces que se opongan a los dictados impuestos de sus “tradiciones culturales”. La imagen del eco-nativo colombiano, es inexistente en muchos resguardos de Colombia y como lo sabe la antropología, ha sido el producto de una construcción social de las ciencias sociales. No estoy desconociendo que los indígenas de Colombia y comunidades aborígenes del mundo, no sean los mejores ambientalistas, pero ojo con idealizar sus realidades, puesto que idealizar borra las inmensas necesidades y problemas materiales, nutricionales, como las propias tensiones al interior de esos mundos idealizados por ciertas posturas intelectuales.

Entonces, cuidado con todos los fundamentalismos político-religiosos, vengan de donde vengan. Como de los profetismos políticos. A los mesías políticos de Colombia, no falta recordarles que la la inerrancia divina, que se atribuyen en sus discursos y prácticas sociales los colectivos sociales, y líderes políticos, es sólo de Dios. Más claro: La inerrrancia es solo un atributo divino. No la tiene Duque, la oposición, Petro, Fajardo, el Congreso, los marchantes o los indígenas del país. Y como esa es una realidad ontológica la ley es el marco articulador de la solución de los diversos conflictos. Entonces el diálogo tiene que ser sobre un fundamento legal y constitucional. No es el diálogo por el diálogo.

Como ya se comentó: Para quienes estén interesados en el tema, para comprender desde un horizonte más académico las raíces del conflicto colombiano, desde una escala civilizatoria, y para ampliar las ideas que cada uno debe sacar, colgué el texto, uno de los mejores: Para comprender a los principales autores que están en la base de las llamadas revoluciones moleculares: Un excelente análisis crítico de esos autores puede hallarse en la obra de Petra Carlsson Redell:  Mysticism as Revolt. Foucault, Deleuze and Theology Beyond Representation. En la temática de los autores franceses mencionados hay un evidente clamor metafísico…sin respuesta. O, mejor dicho, con la deliberada y absoluta negativa a toda respuesta que suponga una apertura hacia la trascendencia. En ellos se descubre una ontología siempre inconclusa; una búsqueda de caminos que no llevan a ninguna parte. Todos ellos son la expresión post-moderna de un pelagianismo tardío. Pelagio [360-420], como se sabe, fue un monje británico negador del pecado original. El hombre prometeico, exaltado por los modernos y post-modernos, supone no sólo una pureza de origen alejada de cualquier pecado sino la deificación nietzscheana de lo humano que debe (según Nietzsche) llenar con creces el vacío de la muerte de Dios causada por el hombre mismo. Dice la autora en mención, citando las palabras de un poema de Karl Larsson [1853-1919], que dice que, aunque la civilización pueda aceptar el nonsense, lo carente de sentido, debemos encontrar un camino a través del common sense, del sentido común.

Finalmente, reitero que todos abusos que tienen que ser criticados, develados y sancionados. La crítica contra el abuso, y los usos no se deben confundir.  Debemos como sociedad defender los usos legítimos e institucionales que nos brinda la ley: por ejemplo, la existencia de la Policía, cuerpo civil armado, que existe desde finales del siglo XIX. El cuestionamiento legal de los abusos de la Policía no puede llevarnos a cuestionar todo el uso legítimo que como sociedad le hemos otorgado legalmente a la Policía a lo largo de la historia. En el mundo todos podemos experimentar prácticas de abuso, acoso, violencia epistémica, por ejemplo, en un Colegio. No por ello, los usos, del colegio como institución son cuestionables. Así se aplica para la noción de Estado social de Derecho, los abusos, que podemos llamar corrupción y violencia, son todos condenables, el riesgo está en confundir una crítica radical que todos debemos hacer sobre los abusos y ser muy cuidadosos de caer en una crítica sobre los usos, que podrían justificar, -solo es un ejemplo- la desaparición de los sistemas escolares, porque se podría leer equivocadamente que toda institución social de orden legal es corrupta.

Felipe Cárdenas

Éxodo:manifiesto político para la preservación de la persona humana, la naturaleza y el cosmos

15 Ene

Presentación del libro Éxodo. Manifiesto político para la preservación de la persona humana, la naturaleza y el cosmos. (2012-2019), escrito por el profesor Felipe Cárdenas Támara Ph.D. Los siguientes aforismos o apotegmas buscan clarificar una política de la vida, de la promoción de la persona humana, de defensa de la naturaleza y de la restauración del cosmos sagrado. Quien escribe es profesor universitario, fue candidato Vicepresidencial de Colombia para el periodo 2006-2010 por el Movimiento Ambientalistas por Colombia y Restauración Democrática. En el sentido electoral de la política, esa ha sido su única participación en el engranaje de la política colombiana marcada por los faccionalismos, la corrupción, la ineficacia y violencia del Estado y la perversión del ethos ético de la mayoría de los partidos políticos colombianos, casi todos contaminados de lo peor de la modernidad occidental. Las breves sentencias y argumentos que siguen expresan la voz de quienes no tienen voz en la política occidental, dominada por los criterios de lo políticamente correcto y del marketing político, famélico de ideas y de propuestas de cambio y de respeto de la dignidad trascendente del ser humano. Los textos se inspiran en el libro bíblico del Éxodo, y en el fondo el título expresa la realidad del sentido de la huida sagrada que los ciudadanos del siglo XXI tienen que emprender para liberarse y emanciparse del yugo que nos esclaviza. La huida es más dramática hoy que en aquellos tiempos bíblicos, puesto que el enemigo puede estar al interior de nosotros mismos. Ya no sólo vivimos en una sociedad disciplinaria, como señalaba Michel Foucault. Vivimos tiempos marcados por la decadencia del ser y la esclavitud del hombre a los ídolos del mercado.

Version Kindle: https://cutt.ly/DrcakiR

Versión impresa: https://cutt.ly/ercak65

Éxodo: manifesto político

21 Nov

Cárdenas, Felipe. 2019. ÉXODO: Manifiesto político para la preservación de la persona … https://www.amazon.com/dp/1704073359/ref=cm_sw_r_wa_awdb_t1_tIN1Db8GBGF2G manifiesto político

PARA COMPRENDER A COLOMBIA. Una lectura crítica del acontecer político de los últimos años, Escrito de Felipe Cárdenas.Recomiendo la versión impresa

Disponible en Amazon: https://n9.cl/9pz2

Los siguientes aforismos o apotegmas buscan clarificar una política de la vida, de la promoción de la persona humana, de defensa de la naturaleza y de la restauración del cosmos sagrado. Quien escribe es profesor universitario, fue candidato Vicepresidencial de Colombia para el periodo 2006-2010 por el Movimiento Ambientalistas por Colombia y Restauración Democrática. En el sentido electoral de la política, esa ha sido su única participación en el engranaje de la política colombiana marcada por los faccionalismos, la corrupción, la ineficacia y violencia del Estado y la perversión del ethos ético de la mayoría de los partidos políticos colombianos, casi todos contaminados de lo peor de la modernidad occidental. Las breves sentencias y argumentos que siguen expresan la voz de quienes no tienen voz en la política occidental, dominada por los criterios de lo políticamente correcto y del marketing político, famélico de ideas y de propuestas de cambio y de respeto de la dignidad trascendente del ser humano. Los textos se inspiran en el libro bíblico del Éxodo, y en el fondo el título expresa la realidad del sentido de la huida sagrada que los ciudadanos del siglo XXI tienen que emprender para liberarse y emanciparse del yugo que nos esclaviza. La huida es más dramática hoy que en aquellos tiempos bíblicos, puesto que el enemigo puede estar al interior de nosotros mismos. Ya no sólo vivimos en una sociedad disciplinaria, como señalaba Michel Foucault. Vivimos tiempos marcados por la decadencia del ser y la esclavitud del hombre a los ídolos del mercado.

 

El mercurio en Colombia y la enfermedad de Minamata

30 Oct

Sínodo del Amazonas: lectura de un laico

3 Oct

Por qué voto no

26 Sep

Visto en Razón Pública

por: José Gregorio Hernández

No escribo estas líneas desde una posición partidista. Lo hago desde la academia, con criterio objetivo, en paz y libertad, sobre la base de los razonamientos, no del insulto, ni de la descalificación. Tampoco escribo a partir del miedo, la venganza o el rencor, porque ninguno de esos sentimientos es compatible con la búsqueda de la paz.   

Tampoco busco conmover, ni despertar emociones, porque en mi criterio el voto no debe (y no puede) ser emocional, ni ser inducido a la manera de los reflejos condicionados pues con esto estaríamos tratando al ciudadano como se trata de amaestrar los animales. Por eso pienso que es una falta de respeto a la inteligencia del votante el invitarlo al Sí como un apoyo simple al sueño de la paz.  

El voto en el plebiscito no debe provenir de las pasiones sino de valorar las opciones planteadas, que deben ser medidas y sopesadas. El voto debe ser consciente. No debe emanar de la fe sino de la razón. Para ello es indispensable la plena información sobre aquello por lo cual se vota. Hay que hacerlo así para evitar el arrepentimiento inútil y extemporáneo, como el de muchos ciudadanos ingleses cuando se dieron cuenta de los efectos reales del Sí mayoritario en favor de la salida de su país de la Unión Europea.

Como en el caso de los enfermos que van a ser intervenidos, el médico debe hacer conocer de manera completa y clara los efectos de la operación y sus riesgos. De allí en adelante, lo que prima es la voluntad del paciente, en uno u otro sentido, y su decisión refleja su consentimiento informado.

El voto debe ser consciente. No debe emanar de la fe sino de la razón.

La diferencia radica en que en la “intervención quirúrgica” que se hará en Colombia para que el pueblo (o más exactamente el 13 por ciento del censo electoral) decida a favor o en contra del Acuerdo Final de Paz está en juego el porvenir del país en muchos aspectos sociales, económicos, jurídicos y políticos, así como la estabilidad institucional y el futuro de varias generaciones.

El plebiscito es un mecanismo de participación ciudadana que, si bien no era necesario para dialogar con grupos armados, ya fue convocado. Ahora todos tenemos el derecho de votar, sea cualquiera el sentido del voto. Si estamos en una democracia participativa, ello debe hacerse en libertad, con serenidad, sin presiones, sin guerra sucia, sin descalificaciones, y respetando los criterios de los demás sobre la base de que nuestra opinión se respeta. Hay que votar de manera civilizada, Sí o No, pero con respeto y con seriedad.

Los ciudadanos colombianos ya han sido y están siendo bombardeados por la propaganda que pretende hacerlos reaccionar por reflejo y votar al impulso de las emociones. Sin embargo, quiero reiterar aquí algunos puntos del Acuerdo que, desde la perspectiva jurídica, he venido cuestionando desde hace un tiempo.

No

Procesos a favor de la paz.
Procesos a favor de la paz. 
Foto: Facebook Juan Manuel Santos

Ante todo quiero subrayar que no confundo, ni quisiera que mis compatriotas confundieran, la paz (como valor supremo, derecho fundamental y deber ciudadano) con el Acuerdo Final pactado entre los delegados del gobierno colombiano y los de la guerrilla de las FARC. Una cosa es el farragoso y mal redactado texto de 297 páginas que nos han puesto a votar, y otra muy distinta la paz, que debe ser el objetivo prioritario de los colombianos.

He dicho que no me opongo a los diálogos de paz. Por el contrario, he sido un amigo permanente de la concordia mediante el diálogo con miras a una solución política, en vez de la confrontación armada, que no ha dejado sino sangre, muertos, llanto y destrucción. Acompañé desde el principio la iniciativa del presidente Santos de procurar por la vía pacífica el cese al fuego bilateral y definitivo, y la terminación del doloroso y fratricida conflicto promovido y adelantado por las FARC contra el Estado colombiano. Nadie intelectualmente honesto me puede señalar como enemigo de la paz, porque no lo soy. Quienes tengan alguna duda pueden examinar las varias sentencias proferidas por la Corte Constitucional con mi firma o ponencia, así como mis libros, artículos y columnas (radiales y escritas) en torno de este asunto.

Sin embargo, después del trámite y aprobación del Acto Legislativo 1 de 2016 (Acto Legislativo para la Paz), que a mi juicio no respetó las prescripciones constitucionales, he formulado observaciones sobre los vicios formales y los riesgos institucionales de esta iniciativa.

Hoy, ante la pregunta formulada por el gobierno en el plebiscito del 2 de octubre no puedo optar por el Sí porque debo conservar mi coherencia y, sobre todo, la fidelidad a mis convicciones jurídicas.

A algunos ha extrañado que quien esto escribe se incline por el No. Esta es mi decisión personal, adoptada en ejercicio de un derecho fundamental e inalienable, para el cual no requiero permiso de nadie. Adopto esta decisión en uso de mi libertad, la misma libertad que reclamo y respeto para quienes van a votar por el Sí.

Las razones

Procesos en contra del plebiscito.
Procesos en contra del plebiscito. 
Foto: Facebook Álvaro Uribe Vélez

He dado a conocer mi opinión, aclarando que no he sido ni seré vocero ni representante de movimiento o partido político alguno. Pero coincido con lo dicho y escrito en los últimos días por importantes dirigentes de distintas tendencias, en especial con lo expuesto por varios juristas sobre la validez de la respuesta negativa frente al interrogante presidencial.

Para empezar, hay que definir bien el objeto del plebiscito. Se está preguntando por el apoyo o rechazo al Acuerdo Final. No se está consultando a los colombianos si queremos que las FARC entreguen las armas y se vinculen a las instituciones. Tampoco se está preguntando si queremos que cesen en sus acciones terroristas e ingresen a la política.

La pregunta de fondo no es sobre una política o decisión del gobierno, sino sobre un documento específico que entrará en vigor el 3 de octubre y será considerado Acuerdo Especial, en los términos del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949, lo que hará que ingrese automáticamente y como un todo al bloque de constitucionalidad.

Esto significa que no se votará para escoger entre la paz y la guerra, aunque así lo ha mostrado la publicidad oficial, la cual contraría a la Corte Constitucional, cuya Sentencia C-379 de 2016 exigió que el votante no fuera confundido con estas referencias. Se vota a favor o en contra de un documento construido por el gobierno y las FARC, que, además, no involucra a otras organizaciones como el ELN o las Bacrim.

Creo que habrá impunidad para los delitos cometidos contra la humanidad.

Si uno es honesto y coherente, no puede aprobar mediante el sufragio un documento con el cual no se identifica, o sobre el cual tiene serias reservas. Y yo tengo muchas reservas sobre lo previsto en el Acuerdo Final. Por ejemplo:

  • Según el Acto Legislativo mencionado, el Congreso deberá convertir en reformas constitucionales y en leyes lo pactado, sin poder discutir ni modificar lo que presente el gobierno. Como si fuera poco, el presidente de la República gozará de facultades extraordinarias que él mismo se puede prorrogar.
  • Los votantes van a apoyar o a rechazar emocionalmente un documento cuyos contenidos y verdaderos alcances ignoran, inducidos por una propaganda engañosa.
  • En materia de justicia, discrepo del Acuerdo por razones similares a las expuestas públicamente por el vicepresidente de la República: el Acuerdo implica que puedan revivirse procesos ya fallados, desconociendo la cosa juzgada y el principio non bis in ídem (“no dos veces por lo mismo”).
  • El Acto Legislativo 1 de 2016 se tramitó inconstitucionalmente. El artículo 375 de la Constitución dice que en el segundo período de sesiones para aprobar un acto legislativo “solo podrán debatirse iniciativas presentadas en el primero”. Pero en este caso fueron introducidos temas de fondo en los debates de la segunda vuelta (inclusive en el séptimo y el octavo debates).
  • No comparto la adopción del Acuerdo Final como Acuerdo Especial de Derecho Internacional Humanitario, al amparo del artículo 3 común de los Convenios de Ginebra, ni su incorporación al bloque de constitucionalidad. Considero que los acuerdos con las FARC no encajan en el supuesto de la norma internacional, que se refiere a conflictos en curso, no a los terminados, como se supone que ocurriría en este caso.
  • Creo que no se ajusta al derecho, ni a la realidad, llevar el narcotráfico a la categoría de delito conexo con el delito político.
  • No acepto que el sistema de Justicia Especial de Paz incluya jueces extranjeros o designados por una ONG internacional, o por Naciones Unidas. Ese es un asunto de la soberanía del Estado colombiano, que no podemos confiar a foráneos, por destacados que sean, ajenos a nuestra realidad y a nuestro ordenamiento legal.
  • No comparto la concesión de facultades extraordinarias al presidente, imprecisas y autoprorrogables, pues con ello se rompe una larga tradición jurídica y democrática, resguardada por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Constitucional.
  • En el Acuerdo hay demasiados compromisos y obligaciones que asume el Estado colombiano, sin una razonable reciprocidad por parte de la guerrilla.
  • No están claras en el texto las reglas sobre penas. El lenguaje es melifluo y engañoso, y creo que habrá impunidad para los delitos cometidos contra la humanidad.

Experto opina sobre el acuerdo de paz entre Santos y las Farc.

20 Sep

Como profesor de Cátedra de la Paz en la Universidad de La Sabana, miembro  de la Asociación Iberoamericana de Antropología, Doctor Honoris Causa en Educación Terciaria, y después de un análisis minucioso de los acuerdos,  confirmo que lo pactado en la Habana genera una ruptura constitucional severa en la realidad política de Colombia y somete a la sociedad colombiana a una situación de inseguridad sin precedentes en la historia de Colombia. Dr. Profesor. Felipe Cárdenas Támara. Ph.D

«SANTOS PODRÍA TERMINAR EN LA CÁRCEL SEGÚN LAS LEYES INTERNACIONALES» en YouTube

20 Sep

Carta de Bogotá

11 Sep

Carta-de-Bogota