Contra todas las violencias, y principalmente contra los abusos del poder.
El sinsentido de la violencia
Inadmisible toda forma de violencia, particularmente la de la Policía, como la de algunos marchantes, pero también condeno la violencia de los comuneros indígenas (Del Cric) con personas, agresión e irrupción a barrios y destrucción del patrimonio cultural e histórico de nuestra nación. La nación colombiana es pluricultural, y de doble vía, es decir, el indigenismo a ultranza, también tiene que reconocer que existen múltiples campos perceptivos, como otros colectivos sociales y culturales, configuradores de la sociedad en su conjunto que tienen que ser respetados. Colombia, como nación es nuestro bien común, nos debe pertenecer a todos. Es riesgoso el tribalismo, los ghettos, los clanes que quieren imponer su lectura de la historia y la realidad de manera unidireccional.
Lo grave de lo que vivimos en estos días, particularmente entre quienes tienen poder político y social, es que el diálogo sea un monólogo de narcisos, en vociferaciones autoreferentes y sin fundamento político de orden constitucional que no dialogan. El abuso del poder del Estado en su violación de los derechos humanos debe ser condenado, como el abuso de unos colectivos indígenas, o del abuso de algunos (la minoría) quienes protestan, que desde luego tienen sus derechos y su necesidad de ser reconocidos, pero sus acciones también tienen sus límites. Y desde luego todo el peso de la Ley contra los vándalos y la delincuencia común. Pero en el fondo no olvidar, que por justas que sean las reivindicaciones, ni marchantes, ni indígenas son los representantes del pueblo, de todo el pueblo y de la diversa sociedad colombiana, ni de otros colectivos sociales que también hoy tienen huella histórica en la nación colombiana: campesinos, negros, empresarios, artesanos, profesionales, obreros, grupos artísticos, ciudadanos del común, etc.
La clave es no dejarnos engañar por fuerzas sociales cuyas agendas terminan legitimando la violencia, y las oscuras y violentas agendas de la extrema derecha y la extrema izquierda. La tesis para superar el caos, la violencia irracional y los abusos del poder, con más sólida fundamentación teórica, con errores desde luego, se llama la Constitución Política de Colombia; ella tiene que ser la carta de navegación. Las clausuras, político – militantes de un indigenismo con cuerpos cuasi policiales, que imponen el orden indígena en ciudades urbanas de raíz mestiza, tienen que analizarse bien y críticamente. Una primera mirada de benevolencia exótica y carnavalesca se entiende a la luz de la ingenuidad del ciudadano de la calle, pero no deja de ser preocupante, que la guardia indígena, termine suplantando la autoridad de la policía y de los cuerpos constitucionales del Estado, y ejerciendo también el monopolio de la violencia, cuya legitimidad legal y constitucional no tienen, y recordando además que es la guardia del Consejo Regional del Cauca, no de todos los indígenas de Colombia y mucho menos de los colombianos.
Yo no tengo todo el contexto, ni puedo pretender solucionar y comprender toda la raíz del mal que carcome a la sociedad colombiano, y una de cuyas fuentes es el dinero asesino de las mafias narco-paramilitares de Colombia y sus diversos brazos armados, y cuyos reflejos han permeado toda la institucionalidad de la sociedad colombiana, incluida la del buen salvaje de Rousseau, salvaje o imaginario que sólo existió en la mente de ese pensador francés. Creo que también se hace importante destacar la salud del cuerpo social colombiano: miles de hombre y mujeres, la gran mayoría de los colombianos, que trabajan con fervor y honestidad por sus familias e hijos. Gente recursiva y que tiene que ser protegida por un Estado, que en su relación con el ciudadano, hay que reconocerlo, es generalmente de carácter violento. Pero la violencia del Estado y su corrupción no puede ser el modelo.
Ahora, puede que no me guste del todo el proceder de Duque, más bien me gusta poco, reconociendo que por lo que veo, es un gran trabajador, seamos sinceros en darle al Cesar lo que es del Cesar, pero ese Señor, hablo de Duque, es el representante del Estado constitucional, es decir, el principal actor político del ordenamiento democrático colombiano. El juego político, válido de la oposición y de los movimientos y partidos contra su gobierno, también tiene unos límites, y se refiere a una lectura cargada de manera negativa de todo lo que haga o venga del gobierno. Así en el discurso de la oposición los términos son <<Gobierno burgués, capitalista, clerical, racista, opresor, corrupto…patriarcal >> Y me pregunto: ¿dónde queda la mirada autocritica de los indígenas? Cómo de quienes están protestando, desde luego que con justa causa. Cómo he trabajado con resguardos e indígenas los conozco desde adentro, particularmente a sus autoridades de poder, que en muchos casos no representan a toda la comunidad indígena: terratenientes indígenas, corrupción con los recursos del Estado, violencia de género hacia la mujer…absoluta dependencia por la vía de las regalías de los recursos del Estado, mal uso de esas regalías. Una élite indígena que reproduce prácticas de explotación laboral pre-capitalistas en sus territorios (aparcería), abierta negación de la diferencia cultural en voces que se opongan a los dictados impuestos de sus “tradiciones culturales”. La imagen del eco-nativo colombiano, es inexistente en muchos resguardos de Colombia y como lo sabe la antropología, ha sido el producto de una construcción social de las ciencias sociales. No estoy desconociendo que los indígenas de Colombia y comunidades aborígenes del mundo, no sean los mejores ambientalistas, pero ojo con idealizar sus realidades, puesto que idealizar borra las inmensas necesidades y problemas materiales, nutricionales, como las propias tensiones al interior de esos mundos idealizados por ciertas posturas intelectuales.
Entonces, cuidado con todos los fundamentalismos político-religiosos, vengan de donde vengan. Como de los profetismos políticos. A los mesías políticos de Colombia, no falta recordarles que la la inerrancia divina, que se atribuyen en sus discursos y prácticas sociales los colectivos sociales, y líderes políticos, es sólo de Dios. Más claro: La inerrrancia es solo un atributo divino. No la tiene Duque, la oposición, Petro, Fajardo, el Congreso, los marchantes o los indígenas del país. Y como esa es una realidad ontológica la ley es el marco articulador de la solución de los diversos conflictos. Entonces el diálogo tiene que ser sobre un fundamento legal y constitucional. No es el diálogo por el diálogo.
Como ya se comentó: Para quienes estén interesados en el tema, para comprender desde un horizonte más académico las raíces del conflicto colombiano, desde una escala civilizatoria, y para ampliar las ideas que cada uno debe sacar, colgué el texto, uno de los mejores: Para comprender a los principales autores que están en la base de las llamadas revoluciones moleculares: Un excelente análisis crítico de esos autores puede hallarse en la obra de Petra Carlsson Redell: Mysticism as Revolt. Foucault, Deleuze and Theology Beyond Representation. En la temática de los autores franceses mencionados hay un evidente clamor metafísico…sin respuesta. O, mejor dicho, con la deliberada y absoluta negativa a toda respuesta que suponga una apertura hacia la trascendencia. En ellos se descubre una ontología siempre inconclusa; una búsqueda de caminos que no llevan a ninguna parte. Todos ellos son la expresión post-moderna de un pelagianismo tardío. Pelagio [360-420], como se sabe, fue un monje británico negador del pecado original. El hombre prometeico, exaltado por los modernos y post-modernos, supone no sólo una pureza de origen alejada de cualquier pecado sino la deificación nietzscheana de lo humano que debe (según Nietzsche) llenar con creces el vacío de la muerte de Dios causada por el hombre mismo. Dice la autora en mención, citando las palabras de un poema de Karl Larsson [1853-1919], que dice que, aunque la civilización pueda aceptar el nonsense, lo carente de sentido, debemos encontrar un camino a través del common sense, del sentido común.
Finalmente, reitero que todos abusos que tienen que ser criticados, develados y sancionados. La crítica contra el abuso, y los usos no se deben confundir. Debemos como sociedad defender los usos legítimos e institucionales que nos brinda la ley: por ejemplo, la existencia de la Policía, cuerpo civil armado, que existe desde finales del siglo XIX. El cuestionamiento legal de los abusos de la Policía no puede llevarnos a cuestionar todo el uso legítimo que como sociedad le hemos otorgado legalmente a la Policía a lo largo de la historia. En el mundo todos podemos experimentar prácticas de abuso, acoso, violencia epistémica, por ejemplo, en un Colegio. No por ello, los usos, del colegio como institución son cuestionables. Así se aplica para la noción de Estado social de Derecho, los abusos, que podemos llamar corrupción y violencia, son todos condenables, el riesgo está en confundir una crítica radical que todos debemos hacer sobre los abusos y ser muy cuidadosos de caer en una crítica sobre los usos, que podrían justificar, -solo es un ejemplo- la desaparición de los sistemas escolares, porque se podría leer equivocadamente que toda institución social de orden legal es corrupta.
Felipe Cárdenas